Dado que nadie está excluido de invocar a Dios, la puerta de la salvación está abierta a todos. No hay nada que nos impida entrar por ella, sino sólo nuestra propia incredulidad.
¿Has meditado en la profundidad del triunfo de Cristo en la Cruz? Jesús derrotó el poder de la muerte y el pecado en la Cruz para que pudieramos ser verdaderamente libres.