Dado que nadie está excluido de invocar a Dios, la puerta de la salvación está abierta a todos. No hay nada que nos impida entrar por ella, sino sólo nuestra propia incredulidad.
¿Cuál es la diferencia de una persona que camina por el Espíritu y no en la carne?. Averígualo en el siguiente mensaje, el primero de la serie de Romanos 8.